sábado, 29 de septiembre de 2007

De camisetas y Guevaras

Seguro que han visto en algún telediario a un etarra rapado al cero, corpulento y de gestos agresivos, que suele insultar a los jueces cada vez que entra en una sala. Se trata de Iñaki Bilbao, un elemento que, en compañía de su hermano, disparó en la nuca a un concejal socialista de casi 70 años que estaba tomando algo sin escolta en un bar de su pueblo. Sudecía dos años después de ser excarcelado por una amnistía otorgada durante el gobierno de Aznar.

En un alarde de esquizofrenia y de falta de contacto con la realidad, este engendro ha adquirido la costumbre de llamar fascistas, torturadores y criminales a los magistrados que tienen la desgraciada obligación de juzgarlo. La última, el pasado 17 de febrero.

Curiosa manera de ganarse al juez; con tanta picardía seguro que consigue una condena más corta. Su letrado debería enseñarle algo acerca de las habilidades sociales. Qué sufrido el trabajo de abogado; tantos desvelos preparando la estrategia judicial para que se la arruinen de esta manera.

En septiembre de 2006, el etarra protagonizó un incidente calcado, aunque con un comportamiento más agresivo, golpeando la cristalera que le separaba del tribunal como un gorila en celo. http://www.elmundo.es/elmundo/2006/09/07/videos/1157631257.html.

Con la misma camiseta que en el juicio de este año, el terrorista amenazó al juez con “pegarle siete tiros” y “arrancarle la piel a tiras” al presidente del tribunal que lo juzgaba por amenazas a un juez. ¿No tendrá más camisetas?; ¿será la que les dan en la prisión a todos los presos? Porque, coño, la verdad, me molesta que este individuo tenga una camiseta igual que la mía, pero negra en vez de blanca. En su mente delirante, probablemente establezca algún paralelismo entre él y el Che; entre ETA y la revolución de los barbudos; entre Euskadi y Sierra Maestra. Como si matar a socialistas septuagenarios tuviese algo que ver con la lucha de clases.

El presidente del tribunal que lo juzgó en 2006, el de los “siete tiros”, se llamaba Alfonso Guevara. Seguro que el juez se percató de la coincidencia entre su apellido y el del retratado en la ropa del que lo estaba amenazando de muerte. Paradojas de la vida, aunque supongo que el letrado no llevaba la sangre del Che en las venas, porque el argentino hubiese sido más contundente, por decirlo de alguna manera. Además, ya se sabe las pocas simpatías que suelen despertar en los líderes comunistas los movimientos independentistas en sus territorios; y si no que le pregunten a los georgianos acerca de Stalin o Beria. No creo que Bilbao haya oído hablar de ninguno de ellos.

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