Para el que no haya visitado Cuba, diré que lo mejor de la isla es su gente. Y La Habana es el lugar perfecto para encontrar cantidad de gente; muchas personas y aun más personajes.
Mi primer contacto con seres de mi especie en la capital fue con los funcionarios del aeropuerto y la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), a los que también llaman Panda de Negritos Revoltosos. La mayoría son orientales (oriente de Cuba, no chinos) y bobalicones, así que si te paran, al contrario que aquí, lo mejor es inventarse cosas e intentar engañarlos.
La policía puede aportarte tranquilidad si viajas solo o con colegas extranjeros, pero también puede convertirse en un elemento perturbador si tus amigos son cubanos... y no te cuento si tus amigas son cubanas. Parece que es medioilegal (hay muchas cosas allí que no se sabe si son legales o no, y suelen estar en función del policía con el que te encuentres) que un cubano pasee con un extranjero, pues enseguida será acusado de ser jinetero (que no es lo mismo que prostituto) o jinetera, que es una prostituta para extranjeros, que cobra en CUC.
Además del policía, La Habana cuenta con muchos otros personajes, como el vendedor de puros falsos, la jinetera, el taxista, el bicitaxista, el arreglamecheros, el amable o el yuma. Otro día escribiré sobre ellos, pero hoy no puedo resistirme a hablar de la figura del arreglador de fosforeras o mecheros. Conocí a uno de ellos en la calle, un sesentón sentado en una silla plegable y con una mesa de fabricación casera delante. Me acerqué para preguntarle si podía pegar una pestaña de la batería del móvil que me habían prestado porque el mío se había roto... Es decir, que rompí dos teléfonos allí, el mío y el que me ofreció el dueño de la casa donde me hospedaba. El caso es que el mecánico de mecheros comenzó a hablarme de que me lo podía reparar con una cosa llamada resina epóxica, pero que tenía que llevarlo a casa porque necesitaba un catalizador para acelerar la reacción de nosequé.
Pensarán que intentaba quedarse con el celular, pero acto seguido me ofreció su carnet de identidad como garantía. Wilmer Cortés, ingeniero químico, se presentó. Lo invité a comer, y vaya si lo agradeció. Pero la comida en Cuba merece un post aparte, que espero escribir uno de estos días.
2 comentarios:
¿Para cuándo la tercer entreda de las Crónicas Cubanas?
Para hoy, gracias al estímulo de tu comentario...
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