viernes, 31 de octubre de 2008

Generación X

Nos gusta mirar atrás para recordar de dónde venimos

Ahora que se empieza a hablar de la Generación Y, Generación Google o como quieran llamarla, quiero rendir homenaje ¿post mórtem? a mi generación, antes de que sea tan tarde que ni siquiera recordemos lo que significó la Generación X. Al margen de las tonterías tipo JASP (recordad el célebre anuncio de un coche en el que salía un estúpido joven aunque sobradamente preparado), creo que lo mejor de mi generación fue el cambio y cómo nos adaptamos a él.

No estoy de acuerdo con los que dicen que hemos sido una generación que lo ha tenido todo. Hemos sido, eso sí, la generación que lo ha visto todo. Parte de mi infancia fue "de barrio", como la que sale en Verano Azul o en Cuéntame: jugué en la tierra con los boliches (canicas cuando me fui a la península), perseguí gallinas en el corral del vecino, construí una caseta con maderas cerca de la casa de mis abuelos y jugué al cluedo con mis compañeros de calle. Luego crecí y empezaron a gustarme los juegos con interacción femenina: "beso, verdad, consecuencia" o la versión reducida, "beso", con una botella que giraba en los pisos bajos de un orensano centro comercial. Muchos de los Y no han tenido algún contacto con la tierra, las gallinas o los vecinos, y se han convertido en niños de habitación, consecuencia del pánico de sus padres a las ciudades en las que viven... se han socializado a través del messenger.

De pequeño recuerdo la tele en blanco y negro en casa de mis abuelos, o la tele en color en la de mi madre, pero siempre sin mando a distancia y sin vídeo. Usamos el teléfono fijo muchos años, pero vivimos la fiebre del móvil, los más afortunados gozaron del VHS y ahora lo hacen con el Blue Ray, llevábamos el walkman y ahora el mp4, nos movimos en guaguas con revisor y ahora en tranvías donde puedes decidir si pagas o no, vivimos la llegada del MSX, el Comodore o la Nintendo 8 bits como una auténtica revolución... y hemos llegado al Pentium con su execrable Vista y a la Play Station 3, aunque algunos de nosotros dejamos de comprender y usar los videojuegos con la Play 1.

No sé si a todos mis coetáneos les sucederá, pero me cuesta tener convicciones absolutas, dogmas e incluso fe en las cosas, quizá como consecuencia de tantos cambios que nos han enseñado que lo diferente y lo nuevo, también lo desconocido, puede ser mejor que lo familiar o lo tradicional. Creo que estamos más abiertos al cambio, que es algo positivo, pero a la vez nos puede faltar la convicción y las certezas que algunas veces ayudan. La obcecación puede ser buena compañera para conseguir ciertas cosas, y puede que a los X nos falta un punto de confianza para hacer lo que queremos. Pero en realidad, y a riesgo de parecer soberbio, tenemos la capacidad de ser un puente generacional y un instrumento para mejorar el presente. Estamos libres de la rigidez o el anquilosamiento de la generación anterior (llamémosla W) pero mantenemos muchos de sus principios o de su experiencia, siendo la última generación que de manera general mantiene la capacidad para retrasar las recompensas, es decir, de renunciar al placer inmediato y tolerar el sacrificio útil.

En fin, Aran me diría que parezco un abuelo.

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