lunes, 7 de abril de 2008

La llama que ya no arde


La antorcha olímpica por fin se ha apagado. Ha sido, curiosamente, en París, capital del único país que se ha atrevido a insinuar un boicot a los Juegos si las cosas no cambian en el Tíbet. Al principio pensé que las autoridades habrían “permitido” a los manifestantes armar la marimorena en el recorrido, poniendo a los policías de figurantes que no debían implicarse demasiado. Pero lo cierto es que no; los gendarmes repartieron leña de la buena, y si no vean a este pobre apaleado pidiendo libertad para el Tíbet.

Probablemente los manifestantes acudieron al centro de París con cierta relajación, pensando: “Si Sarko ha dicho que no le gusta eso de matar tibetanos, seguro que hoy nos dejarán protestar sin muchas trabas”. Pero la boca sangrante del tibetano del vídeo deja poco lugar a esta interpretación.

Sarko nunca ha sido un tipo de fiar. En 2005, cuando era ministro de Interior y ardían los coches en media Francia, afirmó que los inmigrantes de los suburbios eran “basura social” y que iba a “limpiarlos a manguerazos”; además de expulsar a los detenidos en los disturbios tuviesen o no permiso de trabajo. Con este perfil tan conciliador, parece extraño que se haya metido con la cosa del Tíbet, que seguro le importa poco. Personalmente me inclino por un capricho de su novia, que dice que es progre y socialista, aunque también podría ser para lavar un poco su imagen, tan devaluada por sus millonarios viajes y el circo que se ha montado con la Bruni.

Resulta penoso que los tibetanos tengan que conformarse con el apoyo simbólico de la derecha francesa. Estados Unidos, a través de su presidente, se ha limitado a llamar al Jintao para decirle que si le viene bien dialogar con el Dalai. España, por si acaso, no ha dicho nada de nada, y menos después de que el COI sostuviera que no iba a pronunciarse sobre China por el Tíbet ni sobre España o EE.UU. (candidatos a los Juegos de 2016) por el País Vasco o por Guantánamo. Y en una cosa tienen razón, y es en que a Pekín le ha tocado la china con estos juegos, sin ser los únicos que se pasan los Derechos Humanos por el Arco del Triunfo, precisamente visitado ayer por la fallecida antorcha.



domingo, 6 de abril de 2008

Mi Hyundai Accent


Tengo un coche nuevo. Es del año 1999 (no como el de la foto), pero para mí es nuevo. Y es que lo acabo de comprar. Ya tiene cosas de viejo. Como les pasa a algunas personas, que se van avejentando siendo aún jóvenes. Tiende a írseme a la derecha, cosa que pasa con los años. Yo le tiro para la izquierda, pero él sigue erre que erre. No le gusta correr, y a más de 100 se lamenta profundamente. También me pierde algo de aceite, aunque creo que eso no es exclusivo de los viejos.

Recuerdo con nostalgia al difunto Golf. Ése si que era un señor coche. Éste es joven, inexperto, y yo lo veo aún plano, inerte; no despierta en mí simpatía u odio, nada en absoluto. Le faltan experiencias que le den algo de personalidad. Ninguna mujer me lo ha estrenado aún, así que no he podido decir lo de “ése no es el pito que debes tocar” u otras cosas que nos cantaban Los Inhumanos. Tampoco lo he rozado o abollado, así que ninguno de los accidentes de su gris chapa me dice nada.

La Guardia Civil no me ha parado con él. Tampoco me han multado por aparcarlo mal. Ninguna ex novia resentida me lo ha rayado. No me ha dejado tirado en medio de la autopista, ni ha atropellado a ningún animal. Démosle, no obstante, una oportunidad.