Catorce años después. El pibe de las islas, el negro, volvía a la ciudad de su niñez. Todo estaba más o menos como lo recordaba, excepto las distancias, que ahora eran sorprendentemente cortas, y los edificios, que relucían tras librarse de la capa de roña que antes cubría gran parte de las construcciones de más de un decenio de antigüedad.
Por un guiño de la tecnología, el pibe había conseguido el teléfono de una de sus compañeras de clase, de la clase del 92, de aquella clase de compañeros que nunca más volvió a ver. Ese teléfono le llevó a otro, el del primer amor, que nunca fue más allá de un beso en la mejilla y una sesión de cine: Mira quién habla, con palomitas y nervios, muchos nervios.
Catorce años daban para mucho, aunque en sus facciones parecían haber transcurrido sólo tres o cuatro. Ella había cambiado algo más, aunque mantenía su complexión asténica y su mirada azul y directa; una mirada tan fija que él sólo la pudo devolver en un par de ocasiones.
La vio a las diez y media, bien de noche, un lunes. En la puerta del mismo colegio en el que compartieron pupitres, cuchicheos, risas y miedos... Miedos provocados por maestros excéntricos, algunos necesitados de una buena dosis de Prozac que en ese entonces no podían conseguir, y que lo sustituían por berridos e insultos, bofetones, tirones de oreja, disparos de tiza e incluso ejercicios de esgrima ante un público tan joven como atónito.
Callejearon por la zona vieja hasta un bar de copas, de rojos y de humo asfixiante. Diez cañas y veinte cigarros dan para mucho, y hubiesen dado para más si el camarero no los hubiese barrido a las cuatro, después de, eso sí, haberlos invitado a la última. Y antes, sobre la mesa, las excentricidades del de Sociales, las chuletas desplegables en el examen de Historia, las prácticas de disección con ojos y corazones de ternera, las cintas de Elvis y Roy Orbison que se intercambiaban, los motes originales, los motes despectivos que hundieron a más de dos, las tardes jugando a beso verdad consecuencia, los verbos irregulares en gallego (impronunciables a veces para un canario)... En mitad de la noche, entre la cuarta y la quinta caña, la confesión que más había conmovido al pibe en sus veintiocho años: "Me dio miedo tanta felicidad, me aterrorizaron tantos sentimientos mezclados, y a pesar de lo que sentía, preferí volver a una monotonía más estable".
Se despidieron, con lágrimas contenidas y la esperanza de compartir otras diez cañas en cualquier rincón del mundo. Quizá dentro de otros catorce años ella ya no sea librera ni él trabaje en un hospital. Pero seguro que les quedarán historias para sacudirse mutuamente los posos del recuerdo.
martes, 18 de marzo de 2008
Olla quén fala
martes, 26 de febrero de 2008
Las 21 mentiras
No voy a presentarles una novedad, ni nada en exclusiva... Tosco se ha hecho muy popular en la red con sus 21 mentiras, y no le falta demasiado para conseguir el medio millón de reproducciones en Youtube. Lo vi en vivo el pasado viernes en el lagunero Café Teatro Siete y, casualmente, hoy me lo envía una amiga ¡que vive en Bilbao! Gracias Aran.
Como se dice por ahí, no están todas las que son pero sí son todas las que están. Después de una rápida lectura de la letra, creo que la única que no he utilizado nunca es la séptima, ya que sólo fumo en banquetes/bodas/comuniones y aún no me ha dado por dejar este esporádico vicio.
Para reírse un rato. Perdonen tanto tiempo de ausencia mis posibles lectores.
viernes, 11 de enero de 2008
El himno de España: Pemán contra Cubero

Dice llamazares que si Pemán levantara la cabeza denunciaría la letra del himno (aún no aprobado) por plagio. José María Pemán fue un poeta andaluz que nació a finales del XIX, monárquico, articulista de Abc y que, en la Guerra Civil, se dedicó a dar discursitos en el frente y a visitar soldados heridos en el lado nazional. El caso es que este hombre se inventó un himno que nunca fue oficial, pero que obligaban a memorizar en las escuelas de la posguerra.
Himno de Pemán
| Himno de Cubero
|
De entrada, vemos que tienen el mismo número de versos, si bien podría alegarse que esto es así porque la melodía es la misma y la letra debe adaptarse a ella. Pero si seguimos leyendo, encontraremos multitud de analogías, muchas más de las que podríamos intuir al primer golpe de vista.
domingo, 6 de enero de 2008
¿Qué Pacha en elpais.com?

El diario El País, en su edición digital, nos ofrece una “noticia” en año nuevo acerca de cómo celebran en el Pachá de Barcelona el fin de año. La “información” comienza con un pequeño vídeo publicitario de unos segundos de duración, que rotulan en la parte inferior con la palabra “publicidad”. Lo que me pregunto es por qué no dejan ese rótulo durante todo el vídeo, pues lo que viene a continuación no es más que un vídeo promocional de Pachá, probablemente pagado y hasta realizado por la propia discoteca, aunque en el micro del reportero se lea “Atlas”. Vean, vean.
http://lacomunidad.elpais.com/noticiasibiza/2007/12/4/noticias-ibiza-pacha-tv
jueves, 27 de diciembre de 2007
Crónicas cubanas (7): Santiago de Cuba
Se dice que Santiago es la más caribeña de las ciudades cubanas. No sé si esto es cierto, pero tiene un sabor que no tiene La Habana. Quizás porque el casco histórico es más reducido y esto lo hace más cálido, quizá porque el turisteo es menos abundante, porque las calles son más estrechas o la gente más cercana si cabe.
Santiago es la ciudad de la música; de la trova, de la salsa, del son. La Casa de la Trova, en pleno centro, se convirtió en mi segunda residencia, o más bien en la primera, desde que llegué a la ciudad. Por sólo tres dólares podías echar allí el día, empezando por algún quinteto de música tradicional en el patio del piso inferior y acabando con algún grupo salsero en el piso superior, hasta las dos de la mañana, desprendiendo Bucanero por todos los poros del cuerpo.
Asere, tengo que aprender a bailar salsa de una vez; te pierdes muchas cosas en esta isla si no sabes bailar salsa, y además alimentas los prejuicios de los cubanos, que meten a todos los guiris en el mismo saco de “no tienen ni puñetera idea de bailar”. He realizado esfuerzos en mis dos viajes, y sobre todo en éste pero mi área cerebral del baile debe de tener alguna lesión congénita, pues no logro interiorizar el ritmo, pese a los esfuerzos de mi profesora. Y vaya esfuerzos, la pobre.
Las excursiones alrededor de Santiago no son una gran cosa, excepto el Castillo del Morro, que sí merece la pena. Allí enfrente la marina estadounidense hizo sus primeras prácticas de tiro con la escuadra española, dirigida por el almirante Cervera... y allí se perdió Cuba... y Filipinas, y Puerto Rico, y Guam, y casi Canarias. Por lo menos nosotros nos salvamos de los gringos. Ahí va un vídeo de la bahía vista desde el Morro; perdonen al cámara, que además de ser malo estaba de resaca.
La Gran Piedra es sólo una piedra (válgame la rebuznancia) a 1.200 metros de altura, que es mucha altura para un cubano, pero para un chicharrero es como subirse a una silla. De todos modos no puedo opinar mucho, pues fui de noche y lloviendo (qué grande eres, Álber) y no pude apreciar la vista. Lo que sí puedo certificar es que está muy lejos de Santiago, y cuesta que alguien te lleve por menos de 20 dólares. Además, el carro suele romperse, tal y como ven en la foto de arriba.
miércoles, 26 de diciembre de 2007
Crónicas cubanas (6): Camagüey
Todo en Camagüey lleva el nombre de Ignacio Agramonte: Aeropuerto Agramonte, Plaza Agramonte, museo Agramonte, cine Agramonte... Silvio Rodríguez le dedicó una canción, El mayor, a este personaje histórico cubano. Por cierto, si alguna vez la oyen, no entenderán un carajo a menos que conozcan la historia de las guerras de independencia cubanas. El mayor nació en la provincia de Camagüey, y fue un burgués que estudió en Barcelona y a su vuelta a Cuba tomó parte en el levantamiento contra España, protagonizando hazañas que la historiografía oficial ensalza.
El día de Santa Lucía fue un infierno, pues después del madrugón y de cien kilómetros de saltos que te rompían las lumbares, las playas estaban inundadas. Pero no inundadas de turistas o de mujeres exuberantes, no, inundadas de agua, con los accesos anegados y toda la infraestructura (chiringuitos, bares, restaurantes, hoteles) cerrados. Además, estaba nublado y diluviaba a ratos... Ante tal panorama, después de pasear por la playa y empaparnos un par de veces en la infructuosa búsqueda de un local donde tomar algo, decidimos volver en el mismo camión donde habíamos venido, con cara de tontos y el conductor mirándonos con una media sonrisita. Por suerte nos esperaba la Pensión Agramonte, al lado de la Plaza Agramonte, y una cama mullidita después de la ducha de rigor.
domingo, 16 de diciembre de 2007
Crónicas cubanas (5): Trinidad
Trinidad siempre me saluda con una gastroenteritis, o un empacho, como dicen los cubanos. Esta vez fui más afortunado, pues a pesar de empezar a consumirme por el ano nada más llegar, la cosa se quedó en una diarrea molesta que me dejó un día zumbado. Y digo que fui afortunado porque en el viaje anterior, como ya he contado en algún otro post, dejé la ciudad con tres compañeras más de viaje en mis intestinos: Giardia, Ameba y Compilobacter, compañías que en absoluto recomiendo.
La pereza y la inercia me llevaron a la misma casa en la que me había alojado en 2005. Todo estaba igual excepto por el marido de la dueña; los dos años transcurridos le dejaron un divorcio y nueva boda con un madero unas cuantas décadas más joven que ella. Un policía en tu casa resulta un poco agobiante, sobre todo cuando estás en un país donde cualquier cosa puede ser ilegal, sin tú sospecharlo. Pero, para ser justos, la casa no estaba mal, sobre todo teniendo en cuenta que pagábamos unos 8 euros por una habitación doble, a cambio de tomar el desayuno y cena en la misma casa y así dejarles unos duros más.
La ciudad fue fundada en el siglo XVI, y es Patrimonio de la Humanidad. Para verla, un día es suficiente, pues la zona interesante apenas son 6 ó 7 cuadras. Es una ciudad colonial, y la zona protegida se conserva más o menos como en su fundación, con casas de un piso o dos y calles empedradas con adoquines traídos de la metrópoli, es decir Ejpaña.
La mejor parte de nuestra estancia fue cuando decidimos alquilar unas bicis y recorrer la zona por nuestra cuenta, olvidándonos de taxistas, bicitaxistas y demás fauna. Tratando de llegar a Playa Ancón, encontramos un recoveco llamado La Boca, a salvo de turistas y chiringuitos. La zona tenía una pequeña cala con la “selva” llegando hasta la misma arena y un río que desembocaba allí mismo y la separaba de otra fracción de tierra que parecía sacada de una novela de náufragos. Ahí va una muestra, por lo de una imagen vale más que mil palabras.
Muy cerca de allí, la costa perdía su arena para llenarse de rocas de curiosas formas, con forma de miniacantilados. Agua turquesa, de esa de catálogo de agencia de viajes, y un baño “naturalista” con las debidas precauciones, pues esa conducta depravada está castigada por la ley (por suerte no tuve que recurrir al marido de la casera para que me rescatase de la cárcel). El sitio nos cautivó tanto que abandonamos la idea de llegar a El Ancón, y lo que sí nos quedaron fueron ganas de pasar allí unos días más. Algo que hicimos, pero desgraciadamente no volvimos a ese rincón paradisíaco.